enero 06, 2010

Sobre la experiencia, los penales y Goethe.

Cuando el adolescente abandona la edad del pavo, cuando se descuelga de las ramas del árbol de la pelotudez y de sus sabrosos frutos, y regresa a la seriedad que tenía de niño al jugar para realizar ahora tareas a largo plazo, se convierte en adulto. Eso es madurar: Regresar a la seriedad que de niño se tenía al jugar. Pero es un niño, un hijo que aprenderá a ser hijo cuando sea padre. Entonces, ¿consejos? ¿para qué? Al pedo. Más vale desconfiar de los consejos. Siempre vienen de personas que denominan al inventario de todos sus errores con esa sonora palabra: Experiencia. Los hombres son los únicos que le dan nombre a sus errores, -las mujeres también.
Experiencia: Es una sabiduría empapada en lágrimas, y parece que habla desde un pedestal que juzga otras vidas desde otras casualidades.
Las cosas son sencillas, como dijo Saramago: El joven no sabe lo que puede, y el viejo no puede lo que sabe.
¿Consejos? Me los paso por el forro de las pelotas. Que digan que somos una generación perdida; Goethe ya escribió que no es tan malo porque una persona se pierde siempre que sale a buscar su objeto.
Simplemente, para errar los penales hay que patearlos.

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