enero 06, 2010

Sobre las preguntas, las respuestas y Benedetti.



Una parte de la población anestesiada a publicidades, rellena de pensamientos light y bajos en calorías, con la conciencia empapelada con páginas de la biblia, ha encontrado la definición de su personalidad en un prospecto de un antidepresivo. Muchos de estos viven su angustia, su sentimiento de abandono, su equivocada certeza de ser algo minúsculo en el mundo, simplemente porque se han preguntado cuál es el sentido de la vida, en lugar de darle sentido a la vida.
Digamos que hay gente que vive a partir de una respuesta, y otros que viven una pregunta. Y la realidad al ser fluctuante (¡que cambia, bruto!) no puede acomodarse a ninguna certeza rígida. El que espera una certeza para avanzar no avanza.
Otras personas, al vivir una pregunta, buscan una respuesta caminando y llegan a lugares desconocidos.
Ojo. Hay personas que parecen que avanzan con un caminar seguro, un tranco con buen ritmo y zancadas largas; tal vez sean personas con una renguera distinta en cada pierna, en donde cada pierna disimula a la otra.
Y para rematar, vale la pena traer unos versos de Benedetti que dicen: Ya sabemos cómo es sin las respuestas / mas ¿cómo será el mundo sin preguntas?
Sobre la legalización de la venganza, y Cesar Beccaria.
Los ladrones y los asesinos NO son asesinos y ladrones porque sean pobres, sino que son pobres porque les han robado y asesinado a pura hambre y salarios mínimos. Este detalle no se soluciona con una redistribución de la riqueza, no, porque no hay riqueza. Habría que pensar en una redistribución de la pobreza.
Los ladrones y asesinos –últimamente casi sinónimos, -están dentro de un estado que no les da garantías para simplemente “ser”. Como todos los descendientes del mono que caminan o empujan su silla de ruedas sobre este mundo tienen la necesidad de “ser”, empezamos a buscar medios de subsistencia por fuera del sistema, fuera del sistema que también prohíbe matar y robar.
Más tarde terminamos en la cárcel. Este lugar no está diseñado para los de adentro, sino para los de afuera. La cárcel es una amenaza y nada más. Encerrar a un culpable –o matarlo, -no subsana el daño que sufrió otra persona. ¿Qué se gana encerrando al tipo que nos robó? Nada. ¿Qué se gana matándolo? Nada. Es más: “Todo acto de autoridad de hombre a hombre, que no se derive de la absoluta necesidad, es tiránico” escribió el tipo que aparece en el título de este capítulo.
Esto es lo divertido: El culpable no se siente culpable. Es encerrado. A lo largo de los años crece su ira frente a esta injusticia. Convive con otros culpables y se informa de nuevas técnicas. Un día sale a la calle dispuesto a tomar revancha.
En fin, la justicia parece que empieza a tener cara de crimen. Por algún lado alguien dijo que “con el caníbal podés hacer cualquier cosa menos comértelo”
Desafortunadamente, hoy en día hay ganas de preparar un banquete, y ya están invitados los que sueñan con una venganza legalizada.
Pero a este tipo, el chorro, le da lo mismo morir en un intento de robo o en la cárcel. Y de eso, ¿quién es culpable?

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